No es nuevo para nadie que la infancia que tienen los niños
en países en vías de desarrollo es
injusta y desoladora.
En todo el mundo, 158
millones de niños y niñas trabajan en actividades peligrosas o mal pagadas. Se
dedican desde a recolectar caña de azúcar hasta a vender bebidas alcohólicas.
Recogen basuras, trabajan en las minas, en la construcción, y por supuesto, no
reciben ninguna educación.
En África subsahariana, trabajan aproximadamente 1 de cada 3
niños, lo cual representa una cifra bastante elevada.
En Asia Meridional hay aproximadamente 44 millones de niños
trabajando.
Los niños con más posibilidades de ser víctimas del trabajo
infantil, son aquellos que viven en las zonas más pobres y rurales. Sobre la
mayoría de niñas recae el trabajo doméstico, la mayoría de ellas, explotadas y
maltratadas.
Una cifra elevada de niños y niñas se destina al uso
militar. Se les llama niños soldados y se encuentran en América latina, África, Asia, y también en Europa. Llevan una vida peligrosa,
ya que son víctimas y victimarios a la vez. Durante su formación son obligados
a matar a familiares o amigos, participan en conflictos armados forzados a
luchar con armas, cargar con explosivos, son espías y cargadores. Las niñas son
obligadas a satisfacer las necesidades sexuales de los soldados en los campos
militares. Todo ello como consecuencia de la carencia en educación que poseen.
El Ministerio de Trabajo realizó un estudio en el que puso
de manifiesto que la integridad física y la salud de los menores se ve
comprometida por el ambiente de trabajo.
Según Janeth Godoy Cáceres Delegada del Comité
de Erradicación del Trabajo Infantil en el Ministerio de Trabajo,
“es más importante prevenir el trabajo en niños que curarlo” y aseguró que “un
niño que trabaja difícilmente va a querer regresar al colegio porque se
acostumbra a otro ritmo de vida”.
Bibliografía:
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